Nuestros miedos universales
Si usted está leyendo este libro, es muy probable que haya examinado muchas de las relaciones en su vida. En su exploración, sin duda ha obtenido valiosa información respecto a cuáles personas activan ciertas emociones y por qué. De hecho, es probable que usted se conozca tan bien que si yo le preguntara sobre su vida y su pasado, me podría dar las respuestas correctas para llegar a las conclusiones apropiadas en cualquier prueba terapéutica. Y es en esas respuestas perfectas y aceptables que usted podría pasar por alto el patrón más profundo que ha impregnado su vida desde el momento de su nacimiento. Es por esta razón que invito a los participantes en mis seminarios, a que completen un formulario impreso con anticipación en donde les pido que identifiquen los principales patrones que consideran "negativos," de las personas que los cuidaron durante su infancia.
Les pregunto los patrones negativos porque raramente he visto personas atrapadas en patrones positivos de alegría en sus vidas. Casi de manera universal, las situaciones que estancan a las personas tienen raíces en lo que se considera sentimientos negativos. Estas son las emociones que tenemos respecto a nuestras propias experiencias y lo que ellas significan en nuestras vidas. Y aunque no podemos alterar lo que sucedió, podemos comprender por qué nos sentimos como nos sentimos y cambiar lo que significa la historia de nuestra vida para nosotros.
Después de terminar el ejercicio, les pido a los miembros de la audiencia que mencionen al azar las características que anotaron como cualidades negativas, tanto en el hombre como en la mujer que representaron a sus padres en su infancia. En muchas personas, pueden ser su padre y su madre biológicos, aunque para otros, fueron las personas encargadas de criarlos. Para algunos, fueron hermanos o hermanas mayores, otros familiares o amigos de la familia. Sin importar de quien se trate, la pregunta está relacionada a las personas que los cuidaron durante sus años de formación, es decir, hasta la edad de la pubertad.
En ese momento, desaparece cualquier rastro de timidez en las personas tan pronto comienzan a gritar las cualidades negativas, mientras yo las escribo lo más rápido posible en una pizarra virtual. De inmediato, algo interesante comienza a ocurrir: una persona comparte la palabra descrita en sus recuerdos, otra comparte el mismo sentimiento y a menudo la misma palabra. En una muestra de los términos de cualquier programa, muestra casi idénticos adjetivos, incluyendo:
Colérico; Frío; Inaccesible; Crítico; Propenso al juicio; Abusivo; Celoso; Estricto; Controlador; Invisible; Miedoso; Deshonesto
Una claridad comienza a llenar la sala, y las personas comienzan a reírse ante lo que ven. Si no supiéramos con certeza, pensaríamos que todos provienen de la misma familia. La similitud de las palabras es más que una coincidencia. ¿Cómo pueden tantas personas con antecedentes tan diversos tener experiencias tan similares? La respuesta a este misterio es el patrón que está profundamente arraigado en nuestra conciencia colectiva, el cual puede describirse como nuestros miedos esenciales o universales.
Los patrones universales de miedo pueden ser tan sutiles en sus expresiones, pero tan dolorosos de recordar, que creamos con mucha habilidad máscaras que los hacen soportables. Así como el recuerdo de una familia difícil está siempre ahí, pero rara vez se habla al respecto, así concordamos inconscientemente en disfrazar el dolor de nuestro pasado colectivo de formas que son socialmente aceptables. Tenemos tanto éxito en disimular nuestros mayores miedos, que para todos los fines se olvidan las razones originales de nuestro dolor, y lo único que queda es su expresión, es decir, su representación en hechos.
Así como la mujer que ha perdido a su esposo o a la niña en el supermercado probablemente no están conscientes de la razón por la cual se sentían y reaccionaban como lo hicieron, tampoco nosotros lo estamos. Debido a las maneras en que enmascaramos nuestros miedos, jamás tenemos que hablar sobre los sufrimientos más profundos de nuestras vidas. Pero permanecen con nosotros, persistentes y sin haber sido resueltos, hasta que algo ocurre y simplemente ya no podemos mirar en otra dirección. Cuando nos permitimos profundizar un poco en estos poderosos momentos desenmascarados de la vida, lo que descubrimos es que por muy distintos que pueden parecer nuestros miedos, todos concluyen en solamente tres patrones básicos (o en una combinación de ellos): el miedo a la separación y al abandono, el miedo a no tener autoestima, y el miedo a entregarnos y confiar.
Exploremos cada uno de ellos.
Extracto de La Matriz Divina.
Gregg Braden.
http://delcieloalahumanidad.blogspot.com/2013/01/nuestro-tercer-miedo-universal.html
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