Conversaciones con Dios
Neale DonaId Walsch
Todos los actos humanos están motivados, a su nivel más profundo, por una de estas dos emociones: el temor o el amor. En realidad existen sólo dos emociones: sólo dos palabras en el lenguaje del alma. Son los extremos opuestos de la gran polaridad que Yo creé cuando produje el universo, y vuestro mundo, tal como hoy lo conocéis.
Estos son los dos aspectos -Alfa y Omega- que permiten la existencia del sistema que llamáis «relatividad». Sin estos dos aspectos, sin estas dos ideas sobre las cosas, no podría existir ninguna otra idea.
Todo pensamiento humano, toda acción humana, se basa o bien en el amor, o bien en el temor. No existe ninguna otra motivación humana, y todas las demás ideas no son sino derivados de estas dos. Son simplemente versiones distintas: diferentes variaciones del mismo tema.
Piensa en ello detenidamente, y verás que es verdad. Eso es lo que he llamado Pensamiento Promotor. Es tanto un pensamiento de amor como de temor. Este es el pensamiento que se oculta detrás del pensamiento que, a su vez, se oculta detrás del pensamiento. Es el primer pensamiento. Es la fuerza principal. Es la energía primaria que mueve el motor de la experiencia humana.
Y he ahí cómo el comportamiento humano produce una experiencia repetida tras otra; he ahí por qué los humanos aman, luego destruyen, y luego aman de nuevo: siempre con este movimiento pendular de una emoción a la otra. El amor promueve el temor, que promueve el amor, que promueve el temor...
... Y la razón se halla en la primera mentira -una mentira que sostenéis como si fuera la verdad sobre Dios- de que no se puede confiar en Dios; de que no se puede contar con el amor de Dios; de que el hecho de que Dios os acepte está condicionado; por tanto, de que el resultado final es dudoso. Entonces, si no podéis contar con que el amor de Dios está siempre ahí ¿con el amor de quién podéis contar? Si Dios se retira y se aparta cuando vosotros no actuáis correctamente, ¿no lo harán los simples mortales?
... Y así es como en el momento en que prometéis vuestro más elevado amor, abrís la puerta a vuestro mayor temor.
Y ello, porque lo primero que os preocupa después de decir «Te amo» es si vais a escuchar lo mismo. Y si lo escucháis, entonces empezáis inmediatamente a preocuparos por la posibilidad de perder ese amor que acabáis de encontrar. Así toda acción se convierte en reacción -de defensa ante a la pérdida-, incluso cuando tratáis de defenderos ante la pérdida de Dios.
Pero si supierais Quiénes sois -que sois el ser más magnífico, notable y espléndido que Dios ha creado nunca- no habríais de sentir temor nunca; ya que ¿quién puede negar esa maravillosa magnificencia? Ni siquiera Dios podría criticar a un ser así.
Pero no sabéis Quiénes sois, y pensáis que sois mucho menos. ¿De dónde habéis sacado la idea de que sois cualquier cosa menos magníficos? De las únicas personas cuya palabra aceptaríais plenamente. De vuestra madre y de vuestro padre.
Estas son las personas que más os aman. ¿Por qué habrían de mentiros? Sin embargo ¿no os han dicho que sois demasiado tal cosa, y no suficientemente tal otra? ¿No os han recordado que tenéis que pasar desapercibidos? ¿No os han regañado en algunos de vuestros momentos de mayor euforia? ¿Y no os han animado a desechar algunas de vuestras ideas más descabelladas?
Estos son los mensajes que habéis recibido, y, aunque no satisfacen los criterios, y, por tanto, no son mensajes de Dios, también podían haberlo sido, puesto que proceden, sin duda alguna, de los dioses de vuestro universo.
Fueron vuestros padres quienes os enseñaron que el amor está condicionado -habéis sentido esas condiciones muchas veces- y esa es la experiencia que habéis interiorizado en vuestras relaciones amorosas.
Es también la experiencia que me aplicáis a Mi.
Y a partir de esta experiencia extraéis vuestras conclusiones sobre Mí.
En este marco proclamáis vuestra verdad «Dios es un Dios amoroso -decís-, pero si quebrantas Sus mandamientos, Él te castigará con el destierro perpetuo y la condenación eterna.»
¿Acaso no habéis experimentado el destierro de vuestros propios padres? ¿No conocéis el dolor de su condenación? ¿Cómo, entonces, podríais imaginar que iba a ser distinto conmigo?
Habéis olvidado qué era ser amado sin condiciones. No recordáis la experiencia del amor de Dios. Y así, tratáis de imaginar cómo debe de ser el amor de Dios basándoos en cómo veis que es el amor en el mundo.
Habéis proyectado en Dios el papel de «padre», y, en consecuencia, habéis salido con un Dios que juzga, y premia o castiga, en base a lo buenos que crea que habéis sido hasta ese momento. Pero esta es una visión simplista de Dios, basada en vuestra mitología. No tiene nada que ver con Quién soy Yo.
Así pues, habiendo creado todo un sistema de pensamiento acerca de Dios basado en la experiencia humana más que en las verdades espirituales, después creasteis toda una realidad en torno al amor. Se trata de una realidad basada en el temor, arraigada en la idea de un Dios terrible y vengativo. Ese Pensamiento Promotor es erróneo, pero rechazarlo supondría desbaratar toda vuestra teología. Y aunque la nueva teología que podría reemplazarla sería realmente vuestra salvación, no podéis aceptarla, puesto que la idea de un Dios al que no haya que temer, que no va a juzgar, y que no tiene ningún motivo para castigar, resulte sencillamente demasiado magnífica para incluirla ni siquiera en vuestra mas grandiosa noción de Quién y Qué es Dios.
Esta realidad del amor basada en el temor domina vuestra experiencia de aquél; más aún, en realidad la crea, ya que no sólo hace que consideréis que recibís un amor condicionado, sino también que penséis que lo dais del mismo modo. E incluso mientras negociáis y establecéis vuestras condiciones, una parte de vosotros sabe que eso no es realmente el amor.
Aun así parecéis incapaces de cambiar la manera de dispensarlo. Os decís a vosotros mismos que habéis aprendido la manera difícil, y ¡que os condenéis si os hacéis de nuevo vulnerables! Pero lo cierto es que deberíais decir ¡que os condenéis si no lo hacéis!
Debido a vuestros propios (y equivocados) pensamientos sobre el amor, sí que os condenáis realmente a no experimentarlo nunca en toda su pureza. Del mismo modo, os condenáis a no conocerme nunca como realmente soy. Al menos mientras obréis así ya que no podéis rechazarme para siempre, y llegará el momento de nuestra Reconciliación.
Cualquier acción emprendida por los seres humanos se basa en el amor o en el temor, y no simplemente las que afectan a las relaciones. Las decisiones relativas a los negocios, la industria, la política, la religión, la educación de vuestros jóvenes, la política social de vuestras naciones, los objetivos económicos de vuestra sociedad, las decisiones que implican guerra, paz, ataque, defensa, agresión, sometimiento; las determinaciones de codiciar o regalar, de ahorrar o compartir, de unir o dividir: cualquier decisión libre que toméis se deriva de uno de los dos únicos pensamientos posibles que existen: un pensamiento de amor o un pensamiento de temor.
El temor es la energía que contrae, cierra, capta, huye, oculta, acumula y daña.
El amor es la energía que expande, abre, emite, permanece, revela, comparte y sana.
El temor cubre nuestros cuerpos de ropa; el amor nos permite permanecer desnudos. El temor se aferra a todo lo que tenemos; el amor lo regala. El temor prohíbe; el amor quiere. El temor agarra; el amor deja ir.
El temor duele; el amor alivia. El temor ataca; el amor repara.
...extracto del libro "Conversaciones con Dios" de Neale Donald Walsch
Es un mensaje de Dios, y en él, Dios sugiere una revolución social, sexual, educativa, política, económica y teológica en este planeta como nunca la hemos visto, y rara vez la imaginamos.
Esta sugerencia se hace en el contexto de nuestros propios deseos manifestados como habitantes del planeta. Hemos dicho que elegimos crear una mejor vida para todos, elevar nuestra consciencia, buscar un mundo más nuevo. Dios no nos condenará, no importa cual sea nuestra elección, pero si elegimos la que sugiere, Él está dispuesto a mostrarnos el camino. Sin embargo, no nos obligará a aceptar Sus sugerencias. Ni ahora, ni nunca.
Encuentro las palabras de este libro cautivadoras, inquietantes, desafiantes y ennoblecedoras a la vez. Son cautivadoras por cuanto me quitan el aliento con la esfera de acción y la envergadura de su alcance. Son inquietantes en cuanto me muestran a mí mismo - y a la raza humana - en una forma que es muy perturbadora. Son desafiantes por que me fijan un reto como nadie ni nada lo ha hecho antes. El reto de ser mejor, el reto de ser la Fuente de un mundo en el cual el enojo, los celos mezquinos, la disfunción sexual, la injusticia económica, las bufonadas educativas, la desigualdad social y los secretos políticos, las artimañas y los juegos de poder ya no vuelvan a ser parte de la experiencia humana. Son ennoblecedoras por cuanto ofrecen la esperanza de que todo esto sea posible.
¿Podemos realmente construir un mundo más evolucionado? Dios considera que sí, y todo lo que se requiere de nosotros es que en verdad elijamos hacerlo.
Este libro es un diálogo real con Dios. Es el segundo de una serie de tres volúmenes que captan una conversación con la Deidad que se ha prolongado por más de cinco años y continua hasta el día de hoy.
Es factible que ustedes crean que este material no proviene realmente de Dios, pero no es necesario que se convenzan de lo contrario. Para mí, lo único importante es si el material mismo tiene algún valor, induce a alguna iluminación, produce un despertar, enciende cualquier deseo renovado, o promueve algún cambio fructífero en nuestra vida cotidiana en la Tierra. Dios lo sabe, algo tiene que cambiar. No podemos seguir como hasta ahora.
La trilogía Conversaciones con Dios empezó con la publicación del primer libro de esta serie en mayo de 1.995. Ese libro abordó principalmente inquietudes personales y transformó mi vida. De hecho, cambio muchas otras vidas. En unas cuantas semanas se convirtió en un sorprendente éxito de ventas, cuya distribución alcanzó niveles extraordinarios. Par el final de su primer año estaba vendiendo 12.000 ejemplares al mes, y seguía en aumento. Desde luego, el "autor" de este libro era casi desconocido. Y es precisamente esta característica la que hizo al documento tan fascinante y tan poderoso.
Estoy profundamente agradecido por ser parte de este proceso, el proceso por medio del cual miles de personas pueden recordar de nuevo algunas grandes verdades. Estoy personalmente complacido y muy feliz de que sean tantos los que han encontrado valor en la obra.
Quiero que sepan que al principio estaba intensamente atemorizado. Se me ocurrió que los demás podrían pensar que estaba demente, que sufría sueños de grandeza. O que, si creían que le material de veras lo había inspirado el Creador, seguirían realmente el consejo. ¿Y por qué me atemorizaba esto? Muy sencillo, sabía que todo lo que había escrito podía estar equivocado.
Entonces comenzaron a llegar cartas. Cartas desde todo el mundo. Y lo supe. En lo más hondo, lo supe. Estaba en lo correcto. Era exactamente lo que el mundo necesitaba oír, ¡en el momento correcto precisamente!
(Desde luego, no existe lo "correcto" y lo "equivocado", excepto en la relativa experiencia de nuestro existir. Por consiguiente, lo que sé que significa que el libro es "correcto" está dado por quienes y lo que decimos que queremos ser en este planeta.)
Ahora aparece el Libro 2, y observo que temo de nuevo. Este libro se ocupa de aspectos más extensos de nuestra vida individual, así como de consideraciones geofísicas y geopolíticas de implicaciones mundiales. Como tal, este volumen comprenderá, sospecho, mucho más conceptos con los que discrepará el lector promedio. Y por eso temo. Tengo miedo de que no les guste lo que leerán aquí. Me atemoriza que me consideren "equivocado" en parte de su contenido. Temo que agitaré un avispero, armaré una tormenta, provocaré olas. Y, una vez más, temo que podría estar equivocado todo lo que expongo aquí.
Ciertamente, debería saber que no hay razón para abrigar estos temores. Después de todo, ¿no publiqué ya un primer libro? Pues bien, aquí esta el siguiente. Mi naturaleza humana de nuevo. Verán, el objetivo de publicar estas transcripciones no es sacudir a nadie. Sólo deseo honesta y directamente transmitirles a ustedes lo que Dios me comunicó, en respuesta a mis preguntas. Le prometí a Dios que difundiría estas conversaciones y no puedo quebrantar mi promesa.
Ustedes tampoco pueden faltar a la suya. Es obvio que prometieron dejar que se cuestionen uno tras otro sus pensamientos, ideas y convicciones. Sin duda, establecieron un profundo compromiso de crecer sin cesar. Sólo una persona con ese compromiso podría elegir un libro como éste.
Por lo tanto, parece que estamos juntos en esta tarea. Y no hay nada que temer. Somos lo que somos, y hacemos lo que hacemos como resultado de esa situación, y todo lo que tenemos que hacer es permanecer fieles a esa condición y no hay nada que temer. Ahora me doy cuenta de que creo que he sabido todo el tiempo que somos mensajeros, ustedes y yo. Si no lo fuésemos, no estaría escribiendo esto, y ciertamente ustedes no lo estarían leyendo. Somos mensajeros, y tenemos trabajo por realizar. Primero, debemos asegurarnos de que entendemos claramente el mensaje que se nos ha dado en Conversaciones con Dios. Segundo, debemos integrar el mensaje en nuestra vida a fin de que se vuelva funcional. Y tercero, tenemos que transmitir este mensaje a otros, llevando esta verdad a todos aquellos a cuya vida nos hemos acercado, con el recurso simple y exquisito de nuestro ejemplo.
Me complace que hayan elegido emprender este viaje conmigo. Es mucho más fácil y mucho más divertido con ustedes que sin ustedes. Ahora caminemos juntos a través de estas páginas. De vez en cuando será un poco incomodo. No es como el libro anterior. Ese libro fue un abrazo de Dios; un estrujón intenso y cálido alrededor de los hombros. El libro 2 es una sacudida igualmente amorosa, pero más desapacible y gentil de esos hombros. Una llamada a despertar. Un reto para alcanzar el siguiente nivel.
Saben, siempre hay un siguiente nivel. A su alma - la cual vino aquí para la experiencia más rica, no la más pobre; la máxima, no la mínima - no le gustaría que descansaran. Y si bien la elección es siempre suya, su alma merece que nunca se vuelvan complacientes o se sientan autosatisfechos, y, ciertamente, que nunca se hundan en la apatía. Hay demasiado que cambiar en su mundo, es mucho lo que deben crear a partir de lo que contiene su ser. Siempre hay una nueva montaña qué escalar, una nueva frontera qué explorar, un nuevo temor qué superar. Siempre hay un lugar más imponente, un concepto más extenso, una visión más grandiosa.
Por lo tanto, este libro puede ser un poco más incómodo que el volumen previo. Toleren la incomodidad cuando la perciban. Sosténganse firmemente del bote si éste empieza a mecerse. Después vivan con un nuevo paradigma. Mejor aún, por medio del prodigio y el ejemplo de la propia vida que han llevado, ayuden a crear otra.
Neale Donald Walsch
Ashland, Oregon
Marzo de 1997
"El Amor por nosotros mismos y por los demas es lo unico que nos mantendra a salvo"
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